Es llamativo cómo siempre se repite la frase “la historia la cuentan los que ganan”. Con el cine argentino ha pasado lo mismo. Si alguien escribe un artículo en una revista o una serie de libros es probable que no llegue a mencionar todo, muchas veces deliberadamente porque tal película, productor, director/a, elenco, no le cae bien, otras por falta de espacio, otras por desconocimiento y así se llega a una parcial información de la realidad.
Siempre me pregunté por qué cuando se cuenta la historia del cine argentino no se incluye la historia del cine de Super 8mm, de los cortometrajes, del cine experimental. Todo se ha contado por separado, no se ha unificado, sin embargo, la historia del cine argentino es una sola. Los tiempos han cambiado, porque el cine no es un arte en sí, como la pintura, la poesía, la música, sino que es una expresión artística de la tecnología industrial.
En las décadas del fílmico, los directores que filmaban en 35mm no veían a los que hacían cortometrajes en 8mm, Super 8mm, 16mm u otros formatos (9,5mm en Francia) como profesionales y éstos se autodefinían como “no profesionales, amateurs, paso reducido, cineístas, etc…”. Hubo producciones de cortometrajes notables, si lo vemos desde la perspectiva del diseño de producción e industrial, así como largometrajes de ficción rodados en Super 8mm con buen despliegue de producción, por nombrar algunos: “Orinoko Nuevo Mundo” (1979) y “Bolívar sinfonía tropical” (1984) de Diego Risquez (Venezuela). En Argentina “El documento de identidad” (1981) de Roberto Cenderelli, “Morir jugando” (1982) de Oscar López y “Victoria 392” (1984) dirigido por Juan José Campanella y Fernando Castets. También “De las caras del espejo” (1982) y “Memorias de un loco” (1984) dirigidas por mí. Ni siquiera por ser largometrajes han figurado en los libros de historia del cine argentino. En una época el formato era lo que diferenciaba a unos y otros. Hoy, alguien que hace un video de una hora con un celular y lo registra en IMDB y ya ingresó al sistema como director de largometrajes.
La intención de esta nota es abordar la importancia que tuvo el cine independiente realizado en Super 8mm desde su auge local en 1970 hasta 1985, pasando por dictaduras, creando así un espacio de liberación para miles de cinéfilos entre espectadores y realizadores. Argentina llegó a tener en todas las provincias grupos de cineastas, cineclubes, asociaciones que se ocupaban de producir y difundir el cine no convencional de las pantallas comerciales en ese período.
Como es sabido el Super 8mm apareció por primera vez en 1965, presentando la modalidad que la película ya venía en el interior de una cajita y el superochista solamente debía introducir la cajita y filmar. Esto lo diferenciaba del cine standard de 8mm, 16mm y 35mm pues, en estos casos se debe cargar la película con habilidad dentro de un cuarto oscuro. Con el Super 8mm el cinéfilo no tenía contacto físico con la película sino con la cajita que lo protegía. Esto facilitó a nivel masivo la venta de filmadoras para el amplio abanico de filmaciones familiares, casamientos, nacimientos, viajes de vacaciones, etc.… En Argentina llegó también en ese año y, si bien al principio era privativo de gente de poder adquisitivo. A medida que se fue masificando, gente con recursos medios también podía llegar a acceder.
El 20 de septiembre de 1970 se fundó el Grupo Intento, integrado por los artistas Daniel Gómez, Jorge Barba, Nélida y Liliana Abate, Luis Marinaro, Francisco Aranda y Julio Ribas formaron el Grupo Intento, organizando proyecciones de cortometrajes de ficción entre los que figura “Llamando a Delia”, “San Telmo ayer y hoy”, “El señor del bastoncito”, “Contraste”, “Cataplin Cataplero”, “La Hamaca”. Posteriormente se reunieron en un bar que estaba en Av Independencia y Castro Barros llamado “Ruta 33” y allí deliberaron la creación de este primer movimiento organizado en la Ciudad de Buenos Aires.

El primer cine con debate que se hizo fue en el teatro Florencio Sánchez que estaba en la calle Loria 1194, en esquina con Humberto 1º, en el barrio de Boedo (barrio de tango, por cierto). En ese lugar se hacían sainetes y estuvo frecuentado por personalidades como Emilio Stevanovich (prestigioso crítico de ópera y teatro), la actriz Mona Maris (el orgullo de Las Pampas), Terig Tucci (destacado compositor, músico y director de orquesta, colaborador de Gardel).
En la primera proyección que realizaron exhibieron dos filmes experimentales de Claudio Caldini y de Silvestre Byron.
El resultado de la convocatoria superó toda expectativa y así, a las 2 semanas, se realizó una segunda exhibición colmando la sala. Hasta ese entonces todo tipo de filmación no comercial, se reducía al ámbito familiar y de amigos. Estas primeras experiencias de exhibiciones de pantalla abierta, que forjaron la organización de una nueva asociación y el 12 de mayo de 1972 nació UNCIPAR: Unión de Cinematografistas de Paso Reducido que, al poco tiempo pasó a llamarse: Unión de Cineístas de Paso Reducido. Fueron sus iniciadores: Esteban Becette, Silvestre Byron, Claudio Caldini, Esteban D’Atry, Daniel Gómez, Pedro Gulkis, Eduardo Gutiérrez, Luis Marinaro, Enrique Ramírez, Julio Rivas, Antonio Siedloczek, Francisco Aranda, Tomás Sinovcic y Jorge Surraco.
Obtuvieron el apoyo de la Associazione Nazionale Italiana para utilizar el espacio de la sede cito en la calle Alsina 1465 en Buenos Aires (este bello edificio sigue siendo la sede de la Associazione actualmente), entidad que fuera fundada en el año 1861 bajo el nombre de Societá Nazionale Italiana.


El Grupo Intento trataba temáticas en sus films de neto corte social. En UNCIPAR se presentaron durante largos años, todo tipo de producciones, películas de ficción, experimentales, documentales, animación y fantasía.
En esos años también se formó el grupo Contra-Cine, que surgió luego del festival Nizo’71 creado tras las cenizas del grupo Opinión. Sus integrantes fueron Tomás Sinovcic y Freddy Gullner, acompañados de varios colaboradores. Los títulos de la primera etapa fueron “Julia”, “Somos nosotros”, “Un nuevo día”, “La canción del prisionero”, “Los hospitales” y “Canto al hombre nuevo”. Basaban su filmografía en el concepto que el cine es un hecho ideológico y, por ende, político. Desde “Los Hospitales” la filmografía la orientaron como Cine de Liberación. El grupo Opinión, que dio origen a Contra-Cine, había realizado dos cortometrajes “Yo y la sabiduría”, que nunca llegó a exhibirse, y “Hay que cortar” film que despertó grandes polémicas y duras críticas en el Concurso Nizo’71.
En Avellaneda se formó en 1969 una agrupación de cineastas y estudiosos del cine que era un taller a cargo de Miguel Krebs quien daba cursos también en Buenos Aires en las oficinas de Agfa. A partir de 1979 se oficializa el Instituto de Arte Cinematográfico de Avellaneda siendo su director el profesor Rodolfo Hermida, gran teórico y docente que formó cientos de cineastas desde la creación. Durante los años más oscuros de la Argentina, en plena dictadura militar, el IDAC se constituyó en una isla de discusión y reflexión en un contexto caracterizado por la censura y la represión. Eso le valió el apelativo de “Escuela de Resistencia” dado por Fernando Birri.
Entre 1975 y 1983 especialmente, el ámbito del cine-debate fue el lugar de aprendizaje de muchísimos cinéfilos dado que no era posible estudiar cine en la mayoría de las ciudades de Argentina. En Buenos Aires, sábado por medio, desde abril hasta noviembre, la gente podía asistir a la proyección de 4 cortometrajes organizado por UNCIPAR. El público votaba y el corto con más votos quedaba para la final. En el mes de noviembre, un jurado nombrado por UNCIPAR, otorgaba los premios que consideraran distribuidos por categorías: ficción, animación, documental, experimental y fantasía. Durante muchos años los trofeos eran hermosas obras en acrílico. Los integrantes de la Comisión Directiva de UNCIPAR tenían que poner el dinero de sus bolsillos pues si bien la gente podía asociarse, la cuota era de un valor simbólico, así como los bonos de contribución de las funciones. No alcanzaba ni para pagar el mantenimiento de los proyectores de Super 8mm. Aquí se demostró que el amor y la pasión por lo que se vivía en esos días superaba toda idea mercantil. Para muchos, esto (y lo que vendría luego en 1978) fue un acto alquímico de transformar el horror (la dictadura) en una ilusión de esperanza.


Si alguien no quería participar en la sección competitiva de UNCIPAR, podía solicitarlo y su película no era votada, pero lo que no podía era no exponer el filme al debate. Esto fue la perla de UNCIPAR durante toda su existencia, dado que todos los participantes decían lo que pensaban de cada filme presentado. Por cierto, hubo personajes muy ácidos y temidos como Alberto Romano que no dejaba títere con cabeza.



Por cierto, en todo el país había organizaciones de cineastas amantes del otro cine, de los cortometrajes, de todo. También había producción en 16mm pero eran los menos en relación al formato de 8mm. En Zárate estaba el Círculo Cinematográfico de Zárate y por nombrar algunos: Círculo de Cineastas Marplatenses, el Ateneo Foto Cine de Rosario, Taller Experimental Cinematográfico (dirigido inicialmente por Jorge Surraco y León Herman, posteriormente por Gabriel Teijeiro) ubicado en Vicente López, Provincia de Buenos Aires. La Escuela Documental de Santa Fe que hicieron trabajos en Super 8mm aunque no era el único formato que enseñaban al alumnado. También el Foto Cine 8mm de La Plata, el grupo C.I.N.E. (Cine Infantil Escolar) dedicado a formar niños a nivel nacional y latinoamericano, dirigido por Gustavo Dupuy y Daniel Cabezas. El Foto Cine Club General Pico de La Pampa organizaba concursos anualmente. También la Peña de Super 8 de Concordia. Cine Super 8 de Resistencia (Esmeralda Aguilar, Viviana Maciel, Olga León y Vicente Prieto) y la Peña de Junín. Al día de hoy continúa en actividad ininterrumpida el Grupo Cine Cipolletti que organiza un festival desde 1983 iniciándose con las proyecciones de Super 8mm, al principio en 1983 en su creación se llamó GruSu8. Fueron sus fundadores Lorenzo Kelly y Alberto Vilanova.
Según el diario La Opinión del 28/9/76, en el año 1972 se consiguieron exhibir 20 cortometrajes en Super 8mm en UNCIPAR, ampliando la cifra a 60 películas en 1973 y en 1975 la producción llegó a 117 filmes presentados.
El 2 de junio de 1976 Tomás Sinovcic fue secuestrado por los militares y forma parte de la lista de cineastas argentinos desaparecidos. Junto con él también desaparecieron sus películas. En homenaje a Tomás Sinovcic, Claudio Caldini realizó el documental “Un nuevo día” en 1988 con apoyo de la Fundación Antorchas y ampliado en el 2016 recreando de manera subjetiva algunas imágenes de la obra de Tomás.

Por una gestión de Francisco Aranda, UNCIPAR consiguió una oficina en el barrio de San Telmo, donde realizar las reuniones de la Comisión Directiva, así como guardar los equipos propios que se fueron comprando con los bonos contribución de las funciones, así como las cuotas de los socios. El lugar estaba en la calle Defensa 592 primer piso. Aún hoy continúa la fachada de manera intacta habiendo sido el refugio de largas reuniones de las diversas comisiones directivas por más de 15 años.

Los integrantes de la comisión directiva de UNCIPAR empezaban a soñar con participar en el evento anual de la UNICA (Union Internationale de Cinéma Amateur) organización que existe desde 1937, fundada en París durante la Exposición Internacional. En 1937 asistió Emilio W. Werner, presidente del Foto Club de Rosario donde presentó su film “Nahuel Huapí y su región” de 18 minutos, rodado en 16mm que resultó premiado, dando así su primer lauro al cine no comercial argentino. UNICA es un festival internacional de cine no comercial donde participan los países federados de la misma manera que lo es el Mundial de Fútbol, cada año se realiza en un país diferente. Argentina tuvo el privilegio de ser anfitrión de UNICA en 1985 en Mar del Plata y en 1993 en Carlos Paz.
En 1977 un integrante de la comisión directiva de UNCIPAR, Gunther Gruber, viajó a Europa y tuvo contacto con las autoridades de UNICA, lo que generó gran expectativa en Buenos Aires para poder formar parte y estar federados en la competencia internacional que constaba de una selección de hasta 75 minutos de cada país federado participante, compitiendo por las medallas de oro, plata y bronce. Luego estaban las categorías Vanguardia y Cine Joven (realizadores menores de 25 años). En la primera participación de una selección oficial del cine argentino en UNICA en 1978 que se realizó en la ciudad de Bakú, capital de Azerbaiyán (en ese momento formaba parte de la URSS- Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas) se volvió con 3 premios: “Antes que llegue el alba” de Carlos Salomón: Medalla de Oro. “Los parientes del interior” de Roberto Cenderelli: Medalla de Plata. “Buscando el sol” de José María César: Mención Especial. A modo de las Olimpíadas, podía darse tantas medallas de oro, plata, bronce y menciones especiales, como el jurado considerara para las películas.

Este éxito tuvo gran repercusión mediática a pesar de la situación restrictiva que vivía Argentina bajo el manto de la dictadura. Fue así como se pensó en alguna alternativa para poder organizar la selección anual de películas para UNICA. Allí se destacaron fundadores y algunas personalidades que luego se sumaron a la Comisión Directiva de UNCIPAR: Rubén y Yolanda Bianchi, Francisco Aranda, Jorge López Retrivi, Sergio Cinalli, Edgardo Perata, Raúl Manzone, Jorge Rossi, Gabriel Teijeiro, Dr Luis Raffo, Antonio Rocha, Mirta Brawer, Francisco Acri, Günther Gruber, Mario Levit, Gastón Grazide, Alejandro Kaneko, Rubén Lomanto, Jacobo y Ana Rest (quienes tenían la colección completa de películas en Super 8mm de Buster Keaton, Charles Chaplin, Laurel & Hardy, los Tres Chiflados, Cantinflas, etc…). Se realizaron investigaciones pensando en la posibilidad de tener dos o tres días continuos de cine en algún lugar. De UNCIPAR viajaron a tener una reunión con el Intendente de Villa Gesell y obtuvieron el apoyo, las instalaciones del Automóvil Club Argentino, una serie de salones enormes donde se podían improvisar distintos espacios. Algunos cuentan que una vez pidieron ver qué tipo de películas íbamos a pasar así que seleccionaron las más simples, documentales de viajes de vacaciones y eso ayudó a que pensaran que todo era bastante naif, pero la realidad era otra.
Las primeras Jornadas de Cine No Profesional de Villa Gesell se realizaron del 7 al 9 de julio de 1979. Seguramente entre el frío de la realidad nacional y el invierno en Gesell habrá sido poderoso, pero se pensó en modificar para el año siguiente tras el éxito que habían tenido las primeras jornadas. A partir de 1980 las Jornadas de Cine de Villa Gesell pasaron a realizarse en las pascuas en Semana Santa. Esto merece un capítulo especial porque podría sintetizar que las Jornadas de Gesell pasaron a ser el Woodstock del cine de Super 8 en plena dictadura militar. Fue algo único que congregó gente de todo el país durante largos años. Fue el refugio de artistas en plena ola de “silencio es salud” de la dictadura cívico-militar (1976-1983) a pesar que el obelisco ya lucía un anillo desde 1974 con ese slogan. Desde Buenos Aires, en Constitución salían 6, 8 hasta 9 buses con artistas amantes del cine, de pasar buenos momentos, de hablar de cine, de tener encuentros. Todo lo contrario al clima social de la dictadura pasó en Gesell en esos años. No sé si algún día se podrá encontrar una explicación porque no cabe la menor duda que habría algún integrante de la SIDE inmiscuido en los debates, las proyecciones, en cualquier parte.

Había dos tipos de proyecciones en el programa oficial: la competencia, que eran las selecciones de las diferentes escuelas, cineclubes, asociaciones registradas para competir para UNICA. Cada institución enviaba una cantidad limitada de 75 minutos de cortometrajes que no podían exceder los 30 minutos cada uno. En total 75 minutos por institución. En Gesell, un jurado invitado miraba todas las selecciones y debía hacer la propia selección final de 75 minutos para enviar al festival de cine de UNICA para la competencia oficial, además tenían que elegir parra las secciones Vanguardia y UNICA-Juventud. Mario Sabato, Carlos Galetini, Liliana Heker, Eduardo Calcagno, Jorge Miguel Couselo, Simón Feldman, Emilio Villalba Welsh, Miguel Rodríguez, Ricardo Wüllicher, Jorge Abel Martín, Hellén Ferro, Alfredo Policastro, Eduardo Gruner, Nemesio Juarez, Lorenzo Kelly, Eliseo Subiela, Néstor Tirri, Rolando Fustiñana, Néstor Paternostro, Carlos Somigliana, Enrique Symns, Roberto Vacca, Ricardo Alventosa, Malena Marechal, Fernando Brenner, Julio Otero Mancini, Ricardo Halac, Alberto Farina, Ernestina Gruzman, Carlos Heger, Rodolfo Hermida, Adolfo Aristarain, Graciela Taquini, Claudio Minghetti, Sergio Wolff, Humberto Ríos fueron algunos de los cineastas profesionales y críticos que integraron los jurados y paneles en esos años en Gesell.

El primer día en Gesell comenzaba con la inscripción de películas para la sección no competitiva a la que se la denominaba comúnmente como “Paralela”. Por la mañana el jurado ya estaba visualizando las películas seleccionadas de distintas entidades en una sala privada. Mientras, comenzaban las charlas y foros sobre distintos aspectos del cine no profesional y profesional. Desde técnicas, clases maestras como las que daba Rodolfo Hermida que mantenían la atención de todos los asistentes durante más de dos horas. También aspectos de novedades en la tecnología del cine de Super 8mm y también del 16mm, hasta 1984 cuando comenzaron los debates sobre la llegada de la cinta magnética (el VHS). Por la tarde comenzaban las proyecciones. Se consiguieron algunos salones fuera de las instalaciones del ACA porque allí todo era grandes ventanales, a metros de la playa, sobre la calle 1 de Villa Gesell y era totalmente inapropiado para proyección de cine. Por las noches la cosa era distinta. Pero volviendo a las proyecciones, en una sala externa al ACA se proyectaba, por lo general, una película que estaba en competencia y luego una fuera de competencia. Luego, por las noches, todo era proyecciones fuera de competencia. Comenzaba a las 20 y terminaba en la madrugada, cerca de las 2 ó 3 y la gente pedía más y más. Se mantenía el más absoluto silencio al ver las películas, era puro aprendizaje. Había de todo, claro, todos estábamos en el camino del conocimiento del relato, de la narración audiovisual.

También estaban los paneles donde se dictaban seminarios: Abelardo Kuschnir, Federico Nieves, Rodolfo Hermida y Andrés Pohrebny fueron alguno de ellos.
Se destacaron cineastas de distintos géneros. Por un lado, el cine de denuncia social, encabezado por Sergio Cinalli con películas como “El padre de las bestias”, “Yo te nombro” y en la ciudad de Rosario (Provincia de Santa Fe) fue Mario Piazza con películas como “Papá Gringo” para nombrar algunas. Por otra parte, fue muy fuerte el movimiento de realizadores de cine experimental como Horacio Vallereggio, Jorge Honik, Narcisa Hirsch, Luis Bras, Marielouise Alemann y Claudio Caldini que trascendió todos los períodos y muchos de ellos siguieron filmando siempre. Es loable el libro sobre el cine experimental argentino “Una luz revelada” de Pablo Marín. Estos cineastas fueron muy resistidos por los cinéfilos conservadores y amantes de otro tipo de películas, pero seguramente todos nos acordaremos de películas como “Gamelan” o “Un enano en el jardín” de Caldini y ese es el valor de un cine experimental, contestario desde otro lugar, haciendo su aporte, en definitiva, para abrir la mente y así poder comprender otros lenguajes, otras formas de entender la realidad. Estaban también los que hacían filmes de ficción siguiendo el relato más standard de cine más convencional u otros que buscaban el relato propio, como el cine de autor. También hubo cineastas que incursionaron en películas de animación lo que era tremendamente difícil para imprimir en la película reversible.

Es importante destacar que, en esos años, se formaron en la dirección de fotografía muchas personas que tuvieron que aprender a fondo las técnicas de iluminación con una película que no era sencilla. Las películas del cine profesional, comercial, eran rodadas con negativo de cámara de 35mm, pero el Super 8mm no tenía la posibilidad de tener cartuchos con película negativo sino que era película reversible que es como poner un positivo en la cámara y filmar, como son las diapositivas, es un único original el que sale de ahí. En cambio el negativo es un master del cual luego se hacía un positivo para proyección (hoy se escanea a archivo digital). Esta película reversible tenía mucho contraste y gran saturación de colores, por lo que había que ser un experto en fotografía para lograr una hermosa imagen a lo largo de toda una película. Existieron distintos tipos de película reversible con dos sensibilidades en color, de 40 ASA y 160 ASA. Luego en blanco y negro aparecieron tres películas Plus X, Tri X y 4X, de 100, 200 y 400 ASA respectivamente aunque la última tuvo muy poca difusión y apareció casi en el final del apogeo del Super 8mm en los ’90. Luego se produjo la resurrección y hoy Kodak tiene una amplia producción de película Super 8mm negativo color, reversible color y blanco y negro reversible. La gran “vedette” del Super 8mm fue la película reversible color Kodachrome-40, que aún hoy los amantes del cine la añoran, pero era una película que requería más de 12 pasos de revelado y se utilizaban productos muy peligrosos para la salud. No obstante fue la película que mejor reprodujo los colores, le sigue la actual Ektachrome 100D que Kodak la ofrece en todos sus formatos: Super 8mm, 16mm, 35mm y 65mm.

Un dato no menor que se publica aquí por primera vez, que no se mencionó nunca antes en ninguna reseña ni libro de historia del cine de Argentina, que es que el primer filme que cuenta una historia de amor entre dos personas de un mismo sexo fue rodado en 1972 en Super 8mm “Morir por vez primera” dirigido por Carlos Salomón. Narra la historia de dos adolescentes que se conocen en el campo. Alberto, el nombre del protagonista, viaja a la casa de sus tíos (cuidadores de una estancia) y allí se relaciona con otro chico peón de la misma edad. Sus juegos y bromas se van desarrollando y así llegan a juegos eróticos. Tanto es así que Alberto se entera que ese chico duerme en un galpón lleno de cosas de la estancia, sucio y deplorable. Alberto, que dormía junto a sus tíos planea de irse a acompañarlo como amigo y charlar de sus cosas en ese galpón. Sus tíos no ven con buenos ojos ese cambio sospechoso, pero acceden al pedido.
Así se encuentran una noche en el galpón y el chico peón le cuenta su historia de vida, con llanto y entrecortado le resume que su madre se juntó con un tipo que no lo aceptaba como hijo y lo castigaba por cualquier cosa. Cansado de esa triste vida se fue de su casa. Alberto dolido y queriendo disimular el triste pasar le propone quedarse a dormir con él en ese destartalado catre. La película se presentó en el teatro Florencio Sánchez (primeras sesiones de UNCIPAR), muy bien filmada, poética y aún hoy la gente la recuerda así. Sin embargo, este film no ganó el primer premio porque el tema era un tabú. Obtuvo una mención especial en Zárate donde Carlos fue invitado para su presentación. No le resultó fácil armar un grupo de personas que me secundaria en ese intento. Tony Siedloczek en fotografía, Francisco “Pancho” Aranda como asistente. Los adolescentes fueron invitados a realizar esos roles y uno de ellos trajo a su amigo para hacer el peón de campo. El protagonista era changador de Pepsi y Pancho Aranda lo habló para realizar el papel sin dramas. Todos hablan del parecido que tenía a Alain Delon en su adolescencia. La música era “Fantasía para los reyes magos” del grupo Alma y Vida.
Diez años después, en 1982 se presentó en UNCIPAR “Las dos partes” dirigido por Aldo Haydar. Aldo es un famoso DJ desde hace largos años, con participación internacional. Cuando Aldo presentó su película de 28 minutos en UNCIPAR y también en las Jornadas de Gesell tuvo una fuerte resistencia del público, era una temática que nunca se había abordado de esta manera. El cine argentino presentó, a lo largo de su historia personajes gay o sugería mirada sensible hacia esta temática, pero la primera película de toda historia del cine argentino que abordó un encuentro de amor entre dos hombres fue el filme de Carlos Salomón. Incluso alguno de los filmes experimentales de Silvestre Byron podía dar a entender. Muy posteriormente, en 1985 un largometraje de 35mm de Enrique Dawi “Adiós Roberto” trató este tema y luego “Otra historia de amor” de Américo Ortiz de Zárate en 1987.


En esos años de horror en Argentina, los que participamos de la búsqueda de una salida mental y espiritual lo logramos en esos días feriados de Pascuas. Fue un trabajo colectivo e individual de aprendizaje. No era posible estudiar como se hace ahora e inscribirse en escuelas de cine o universidad. Había libros que se publicaban en castellano con trucos de cómo filmar con una cámara de Super 8mm, también una revista periódica en inglés de EEUU “Super 8 filmaker” (1972-1981), todo era buscar cómo aprender así como una publicación española “Tecnicine” que llegó realizar 30 números con diversa información sobre nuevas tecnologías dentro del Super 8 como así también acerca de la narración y lenguaje cinematográfico.


En 1980 se creó FADECA (Federación Argentina de Cine Amateur) que incluía a las organizaciones vinculadas para la conformación de un sistema de selección de películas para enviar a UNICA anualmente.
UNCIPAR comenzó a publicar una revista periódica titulada “Puro Biógrafo”, llegaron a salir 30 números. En 1980 apareció la revista “Sin Cortes” cuyo redactor era Juan José Minatel. La revista nació como una publicación interna de distribución gratuita entre los alumnos de la Escuela Cinematográfica Americana. Poco a poco fue incorporando la promoción del cine de manera práctica y compartiendo entrevistas de realizadores con el objetivo de difundir el cine independiente por sobre el comercial o industrial.
La revista fue la que más duró de todas las de cine de Argentina, desde 1980 hasta 2001.
Otro innovador fue Juan José Arhancet quien desarrolló una técnica de Super 8mm en Cinemascope utilizando lentes anamórficos que adaptó a su cámara tanto de filmar como al proyector.


En 1985 Argentina fue sede del festival UNICA, cientos de personas de distintos países asistieron a unas jornadas con proyecciones de cientos de filmes de los diversos países que participaron. Krzysztof Kieślowski fue el presidente del jurado oficial. El evento de UNICA volvió a realizarse en Argentina en 1993 en la ciudad cordobesa de Villa Carlos Paz donde fui presidente del jurado y me acompañaron de Argentina: Silvio Fischbein y Gastón Grazide.


Con el advenimiento de la democracia, muchos cineastas optaron por continuar por el camino del largometraje en 35mm, otros siguieron con sus búsquedas y creaciones en el cortometraje. Varios directores de cine que pasaron del Super 8 al cine de 35mm y que estuvieron en UNCIPAR y/o en las Jornadas de Cine de Gesell: Silvio Fischbein, Jorge Polaco, Juan José Campanella, Fernando Spiner, Juan Taratuto, Mario Levin, Alejandro Agresti, Raúl Perrone, Gustavo Postiglione y yo mismo.
En 1985 la llegada del VHS empezó a quebrar la producción de Super 8, las casas de fotografía que vendían película de Super 8 ya no recibían materiales para revelar. Se cerraron las plantas de AGFA y KODAK. También se cerró la de Fují que procesaba una variante del Super 8mm que era el Single 8, la diferencia estaba en el envase, para algunos era mucho mejor justamente por esa estructura. UNCIPAR siguió y sigue, con la aceptación de los nuevos formatos digitales. El Super 8 renació y con el doble de fuerza ya que, además de Kodak, hay empresas independientes en EEUU, Alemania y Japón que manufacturan en las cajitas de Super 8mm película de distinta sensibilidad, ya sea en reversible o en negativo. El sueño liberador siempre continúa.

Quiero agradecer a Daniel Gómez, Sergio Cinalli, Carlos Salomón, Tony Siedloczek, Gastón Grazide, Luis Barberis, Pancho Aranda y Raúl Tosso por el apoyo para recuperar memoria y ordenar todo este informe.
Pablo César
2 responses to ““Aquel Super 8 Sanador Soñador” por Pablo César.”
Como ex integrante de UNCIPAR, felicito calurosamente a Pablo César por esta detallada historia de lo que se llamó cine independiente con el soporte del fílmico Super 8, alejado de pretensiones comerciales y por tener entre sus realizadores a cineastas creativos que lograron plasmar en la pantalla sus sueños. Esta nota me retrotrajo a tiempos donde primaban la alegría de crear, de resistir mediante el cine la oscuridad que nos rodeaba, sobre todo la camaradería que reinaba entre todos los que participaban de una película. la colaboración entusiasta y desinteresada era moneda corriente y al leer los nombres de los queridos compañeros, muchos de ellos que ya han partido vaya mi homenaje emotivo. Por último muchas gracias Pablo por mantener viva la llama a través del tiempo y por ser hoy un consagrado director que no olvida sus orígenes.
Te felicito por este enorme trabajo de investigación. Al leerlo no pude evitar al nudo que se formó en mi garganta.
Me hiciste revivir todos esos años que viví con