Cuando el niño -que creo vivirá dentro de mí hasta el último suspiro- era realmente un niño apasionado por ver imágenes en movimiento sobre una pantalla y soñaba que el cine era simplemente ver películas, leer guiones de Bergman y filmar en Super 8, nació la nostalgia.
A pesar de que el cine en fílmico -del 8 y Súper 8 al 70 mm- puede, en un puñado de casos sobrevivir, tuvo que dejar pasar al frente al formato digital, de manera que terminó siendo ineludible en una etapa que, todavía está en plena metamorfosis.
Hace cuatro décadas entrevisté a Eliseo Subiela, cuando ya había rodado Hombre mirando al sudeste y aún no se avizoraba con claridad la transformación irreversible que estaba por venir. En el mundo técnico y académico ya se discutía, casi con resignación, la idea de que el video magnético terminaría reemplazando al soporte fílmico. Pero Subiela, aún sin haber fundado su escuela de cine, sostenía con convicción una meta clara: filmar sus películas en celuloide. “Nunca voy a abandonar el fílmico”, me dijo. Y agregó, casi acariciando el re

