“La entrega a las formaciones irracionales y extrañamente confusas de la naturaleza produce en nosotros un sentimiento de armonía interior con la fuerza responsable de estos fenómenos (…) los límites que nos separan de la naturaleza comienzan a temblar y a disolverse (…) no somos capaces de decidir si las imágenes en nuestra retina son el resultado de impresiones que provienen de afuera o de adentro (…) descubrimos hasta qué punto somos creativos, hasta qué punto nuestra alma participa de la constante creación del mundo”. 

Herman Hesse, Demian.

Cuando lo usamos como un adjetivo, el término sublime refiere a algo “excelso, eminente, de elevación extraordinaria”. Supone una vivencia subjetiva muy intensa, casi un destello que nos envuelve cuando asistimos a lo enormemente grande o a lo enormemente bello. Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando uno se atreve a nadar solo en el mar, en aguas abiertas: nos vemos inmersos en una inmensidad ina