Aunque como tantos otros técnicos cinematográficos (laboratoristas, camarógrafos o directores de fotografía) pueda ser un actor desconocido para el gran público, Beto Acevedo es una pieza fundamental dentro del mundo del cine fotoquímico argentino.

Su nombre figura en la mayoría de los créditos finales de gran parte de las películas argentinas que se filmaron entre 1981 y 2015, período durante el cual trabajó como colorista en la empresa Cinecolor, uno de los laboratorios fílmicos más importantes de América Latina, que lamentablemente debió cerrar sus puertas a raíz de los profundos cambios tecnológicos que afectaron a la industria del cine, dejando huérfanos de ese modo a un sinnúmero de directores de la Argentina y la región.

Durante su paso por Cinecolor, Acevedo se hizo cargo del color y la corrección de la imagen de más de seis mil largometrajes, entre los cuales figuran obras emblemáticas como “La historia oficial”, de Luis Puenzo, o “Esperando la carroza”, de Alejandro Doria, donde estaba a cargo de mejorar, corregir o poner en valor la imagen fílmica de cada película. 

“Siempre me costó explicar exactamente cuál es mi trabajo. El director de fotografía de una película captura la imagen durante el rodaje y luego, cuando ese material llega al laboratorio, una vez que ya fue revelado, uno como colorista tiene el deber de observarla con atención, armonizarla, hacerle correcciones puntuales, buscar los climas, y todo eso en lo posible en colaboración con el fotógrafo, para conocer sus objetivos, sus búsquedas estéticas, y trabajar en función de ellas. El cine es siempre un trabajo en colaboración”, afirmó Acevedo.

Antes de convertirse en uno de los principales coloristas del país, Acevedo trabajaba y estudiaba periodismo, hasta que en 1981 Alejandro Pérez, un compañero de estudios, que